TERAPIAS MANUALES – PSICOTERAPIA – PSICODRAMA

Categoría: MIS REFLEXIONES

Esperanza

» La esperanza es un estado de ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables en relacion a sucesos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto.»

Cuando vivimos situaciones en las que desconocemos el desenlace, ya que son procesos de cambios que han de devenir, que no podemos prever el final, nos queda una posibilidad: confiar, abrigar un actitud en la que no descartamos un mínimo de posibilidad de cambio. si esto no sucede, la desesperación  nos embarga. Ahí generamos la sordidez, la tristeza y el derrumbe. Confiar, con argumentos sólidos- ayuda psicológica, médica, proyecto… ( otras personas tienen fe), en que hay una posibilidad factible de cambio. Pero en ese esperar hemos de generar una actitud que nos permita mantenernos enteros, centrados en el objetivo, impidiendo que los miedos, angustia, desesperación… nos confine, nos impida proseguir en la búsqueda de la solución.

Esperanza es espera.

Espera: acción y resultado de esperar.

Esperar: tener esperanza de conseguir lo que se desea.Desear que algo ocurra. Creer que ha de suceder alguna cosa.

Anza procede del latín antia que significa «acción, cualidad»

Esperanza: esperar algo alcanzable

Fijar la atención en el cuerpo.

Vivir situaciones difíciles que implican mucho dolor es inevitable. Forma parte de la vida. Esto implica que las emociones que nos provocan nos son también difícil de regular. Saber manejarlas, afrontarlas, se convierte en un reto.

Hay una manera de gestionarlas y es negándolas. Huimos de ellas y entonces comienza un círculo en el que la ansiedad nos puede perseguir  y no consigamos de ninguna manera calmarnos.

Quizá podamos encontrar una forma de afrontarlas, de realcionarnos con ellas de manera que consigamos estar en paz.

Las emociones tienen una función clara: nos informan de cuál es nuestro estado anímico, que nos pasa interiormente y qué nos está sucediendo con respecto a las vivencias que tenemos.

El miedo, la ira, el estrés, la rabia… son emociones que en principio no son «dañinas», aunque pueden llegar  a serlo si nos aferramos a ellas o intentamos negarlar. Es entonces cuando nos pueden llegar a causar un mayor sufrimiento mental o físico.

Si, físico. Las emociones afectan directamente a nuestro organismo.

Es por ello importante tener consciencia de qué estamos sintiendo: reconociéndolas, e incluso relacionándonos con ellas de forma compasiva. ¿qué quiere decir esto?

Somos conscientes de que sentimos rabia contra alguien. Admitir esa emoción, sin ocultarla, sin el prejuicio de qué estás sintiendo. Sin juzgarnos, sin señalarnos.

Esa emoción está ahí para decirnos cómo nos ha afectado lo que alguien nos hizo, o nos ocultó…

Las emociones son parte de nuestra mente y parte de nuestro cuerpo en tanto que : el estado en que esté nuestro cuerpo afecta directamente a nuestras emociones y viceversa: las emociones se expresan – aunque no lo percibamos conscientemente – en nuestro cuerpo.

Separación emocional.

La separación emocional es un problema común a todos los seres humanos.

El vincularnos a otras personas , implica que en algún momento la relación se rompa. Tendremos que tener en cuenta la manera de desprendernos de las relaciones que se han agotado, que han fracasado.

En la pérdida volvemos a nosotros mismos. Experimentamos la soledad.

Vivir el duelo es un proceso que implica dolor, aunque es importante tener conciencia de lo que implica :

La propia vida, el ser que uno es independientemente del vínculo que se ha tenido con la persona que no está, que está lejos, que se distancia. Ese es el fondo. La individualidad.

En la autoreflexión , el proceso de duelo posibilita el encontrarse con uno mismo y preguntarse quién es.

A través del trabajo en el duelo, pasamos de ser un yo común a un yo individual.

La base de la identidad está en la sensación de corporalidad, de sentirse vivo.

Vivir la identidad es una experiencia de autonomía, de Independencia, de tener una responsabilidad con nosotros mismos.

Limites

Fue ayer domingo. Decidimos ir un ratito a la playa. El cielo cubierto de nubes. Pensé en un baño y si salía el sol, contenta de `poder tomar un baño matutino¡ Eran sobre  las 11 de la mañana.  Unas cuantas personas. A nuestra derecha, una pareja con dos crios, a algo de distancia. A nuestra izquierda, una mujer sola. En la playa, un niño con el agua a medio cuerpo. Creo que algo más a lo lejos había más gente y también alguien se detenía a hablar mientras paseaban bordeando el mar.

Primero nos sentamos. Creo que no me bañé. Observaba. Fue de aquellos ratitos que disfrutas mirando el mar, el cielo, la gente que pasa, los niños que juegan… No llevaba para leer ni escribir.

El niño, de unos 10-11 años, disfrutaba del agua. Estaba prácticamente estático, en «remojo». A veces, miraba para la playa, otras, se giraba y miraba el mar. Canturreba, hablaba y después me pareció que se inventaba alguna historia de barcos…

La mujer sentada sobre la toalla a nuestra izquierda escribía. Tapaba la libreta una bolsa de playa. Primero pensé que tomaba alguna nota, quizá de la compra, o de cosas pendientes que tenía por hacer. Pensé.

Volvía mi mirada al mar, al otro lado de la playa. Hablaba con X.

Pasaba el rato y la mujer seguía escribiendo. A veces, paraba y con sus manos fregaba sus ojos y su cara. Pero no levantaba la mirada. El niño seguía en la playa. No se comunicaban, no se decían nada.

El estaba solo en el agua. No recuerdo más que su figura de espaldas en el agua y su balbucear. Pensé y comenté con X : se entretiene solito.

La mujer seguía escribiendo. Me llamaba la atención. Con mi aficción a la escritura, no iba poder evitar preguntarle, después de rato verla escribir y escribir: HOla¡ Escribes?

Sí- respondío¡

Dijo algo así como- me es terapéutico-

Si, dije yo. Puede serlo. Y qué escribes? fue mi segunda pregunta.

Bueno, de todo. Hice un curso de Escritura Creativa y ahora en verano que descansamos sigo escribiendo. Lleno libretas enteras.

Creo que fue durante ese intercambio que el niño salio del agua, siguió ahora fuera hablando consigo mismo, pero ahora entabla actuando la conversación consigo mismo: se dirigía a sí. Se nombraba y se decía cosas a sí mismo como si fuera otra persona- imaginada – con la que hablaba. Se inventaba un personaje- pienso ahora- para salir de esa soledad de estar en el agua solo, fuera solo.

Bueno, ahora la madre intervino: X , tranquilo, o algo así, creo que le dijo. Le llamaba la atención sobre su actuación, teatral, con gestos, como si de una interpretación en un escenario y un público se tratara.

Yo creo que le puse palabras a lo que estaba viendo: se entretiene solo, dije.

Esque es autista, fueron las palabras de la madre.

Lo que escribo son los restos de mis recuerdos. Quizá a groso modo es lo que sucedió, pero no puedo repetir con exactitud los momentos, las entradas o salidas.

Le dieron el diagnóstico cuando tenía 3 años- añadió.

Había tenído algunos amigos- respondiendo a una pregunta mía- pero ahora no. Tenía 11 años y era un momento bastante delicado porque su energía había cambiado- luego entendí que se refería a su agresividad- y la gente no le entiende y no están dispuestos a aguantar a alguien así.

El niño, que había salido del agua- ahora pienso, interesado por nuestra conversación – se dispuso a hacer un montículo con la arena. Le pregunté cómo se llamaba y su madre respondió.

La madre dijo que a él le gustaba mucho bcn.

Yo le preguntunté: X, te gusta bcn?

-No sé si me gusta bcn. Algo enfadado, seco, respondió.

Después, se puso de pie y con los pies y con algo de rabia, destrozo el montículo. Luego, volvió al agua.

Seguimos hablando con la madre. De que iba a un cole nuevo. Que se había trasladado a este lugar por él, por su colegio.

Entonces, yo, le dije, que era psicoterapeuta y me venían las ganas de preguntarle.

Ah¡ eres psicoterapeuta¡-dijo

Ahí hablamos de psicoanális, psicodrama, análisis transaccional.

El niño, creo, tenía un psiquiatra. No sé si ahora no.

Ella no hacía ningún tipo de trabajo.

Le sugerí que pidiera ayuda. Que encontrara la manera de relacionarse con su hijo y con ella misma.

Tienes amigas, amigos?-le había preguntado a ella.

Bueno, hago escritura, y taichí. a veces quedo para tomar un café.

Sin pareja, sin familia, sola con su hijo.

Nos dimos los teléfonos, quizá yo podía ofrecer algún grupo para madres en algún centro de la localidad.

Yo ya había mirado hacia el mar y veo cómo el niño se acercaba a otros niños que había allí¡ riendo iba detrás de una niña y le bajaba el bikini. Ahí descubrí que estaba molestando, que no se estaba relacionando bien. La madre se levantó, le dijo que saliera. Entonces, la niña salía llorando y él en el agua reía y no obedecía.

La niña, lloraba y se dirigía a sus padres -estirados en sus toallas, tomando un sol recién amanecido- que no dudaron en atenderla de seguida.

La madre del niño seguía llamándole para que saliera y no atendía. Miraba la escena de su espectáculo. Era un escenario donde pasaban cosas, él las observaba.

La niña tenía unos arañazos en el brazo y sangraban. Su padre enfadado le preguntó y ella le señaló a quien se los había hecho. Entonces la madre le dijo que no estaba bien el niño, que se había distraído un momento hablando y bueno, dirigiéndose a nosotros:

-esta es mi vida, siempre tengo que estar controlándolo.

Finalmente el niño salió.

Creo que le pregunté porqué le había hecho daño a la niña y se giró hacia a mí, algo amenazante: ahora me tienes miedo, dijo. Reía y estaba satisfecho de haber creído conseguir lo que quería: tenerle miedo, al ver que yo me retiraba hacia atrás ante su invasión.

Reía y reía al salir y ver a la niña llorar. Pensé en el goce que sentía ante su azaña.

No te tengo miedo- le dije. Eso que le has hecho a la niña, no se hace. Le has hecho daño¡

La madre recogía las toallas y le reñía. Se fueron entre los llantos de la niña, el enfado del padre que no entendía porqué la madre no le vigilaba si podía tener esas reacciones y nuestro asombro ante sus palabras: me descuidé un momento hablando con vosotros ( una manera de hacernos causa del problema) y mira lo que pasó.

Tú sabes que eso no se hace- le decía la madre.

No pudimos despedirnos. Salieron en remolino ante lo acaecido.

Y ahí nos quedamos hablando con el padre. No entendía que hubiera pasado lo que había pasado. Y si le da un golpe… entonces la madre que dirá: que no está bien su hijo?

Ella, me consta, pasó rato sin mirarle, sin observarle, sin controlarle. Tan absorta estaba con su escritura.

Vivimos una escena que aún hoy me hace reflexionar.

El autismo. Si es o no hereditario. ¿Y relacional? Qué vinculo tiene este niño con esta madre? ¿El padre, en qué lugar está? ¿Existe, aunque sea en su mente?

¿qué significa este hijo para su madre?

Cuidar el cuerpo.

Hoy, al despertar, sentí la tensión en mi cuerpo. Algunas molestias y una sensación de acartonamiento, de entumecimiento. Me levanté con cuidado y en ese levantarme decidí que hoy escucharía a mi cuerpo.

En mi cabeza iban y venían las tareas pendientes: rellenar hojas INEM, reservar billete tren, buscar algunos documentos y fotocopias, seguir resumen libro, escribir,,,  y no sigo porque me ocuparía demasiado tiempo.

Así decidí hacer lo imprescindible. Mañana he de entregar una documentación.

Una vez terminada la tarea, me estiro en el suelo, con mi colchoneta.

Siento mis piernas adormecidas, mis pies, los dedos. Roto sobro los tobillos, flexiono el pie, lo estiro, y poco a poco voy desentumeciendolos.

Las piernas con mucha tensión llegan a molestarme. Los músculos llegan a dolerme.

Los brazos, cansados. Mis manos, agotadas.

LA espalda, a la altura del omóplato, también se queja y las cervicales, tensas, las noto.

Tomo conciencia de cómo está mi cuerpo, de cómo se expresa, de cómo me dice.

Con mis manos palpo los músculos de las piernas y en las rodillas encuentro puntos de dolor. Me detengo y miro de aflojarlos.

Mis brazos, tensos, me piden también que los relaje. Con la palma de mi mano aprieto el músculo con fuerza, sin dañarlo y también consigo aflojarlo.

Ahora me quedo ahí, con las sensaciones físicas, con las molestias, dándoles el espacio y el tiempo que requieren.

Parar. Ocuparme de mí. Dejar el afuera para quedarme dentro. Conmigo.

Sentir el alivio y el respirar después de la tensión. Agradecer esa bocanada de aire fresco que se instala en mí. Y después de un descanso, puedo proseguir con las mil tareas pendientes.

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